
Películas mudas, anotador de flores, vida de luces, hambre de pájaros, zapatillas con belcro, bombacha ajustada, cuadros sin marco, cerrojo gastado, teclas delgadas, teléfonos parecidos, birome seca, punta carcomida, dedos pegajosos y celulosa en el piso son parte de la vida de Chica.
Chica, nombrada así por sus padres, era una joven con todas las comodidades para vivir a gusto de dulce de leche con frutillas bañadas en chocolate que no empalaga dentro de este mundo. Pero en su cabeza, su mundo, nada de lo que le ofrecían la llenaba.
Su imaginación había llegado a un punto tal que conocía cada estado de vida de cada planeta en el cosmos. El que mas la fascinaba era el de "Crupulios", un cráter ubicado en el planeta "Evano" a 14.000 años luz de Marte y 59.876.309 pasos de gigante ansioso de Urano.
Crupulios estaba lleno de malvaviscos que sólo servían para sentarse o acostarse, no se podían comer; ¿Acaso acá un futón o el relleno de una silla tienta?. Los habitantes se movilizaban en orugas flotadoras que te charlaban de las noticias del día durante el viaje, con voz tranquila y sin preguntar aspectos personales. Los vecinos se saludaban en veredas de pasto continuamente rociadas por agua de sandía y quedaban en verse cuando de verdad lo sintieran.
De vez en cuando Chica se imaginaba dentro de ese astro y de repente la despertaba una bocina aguda de colectivo acompañada de un montoncito de dedos que se movían enérgicamente en la mano del conductor.
Ella sabía que la idea de su vida ideal era imposible al ojo humano entonces apartaba su mirada e idealizaba.
Si bien la vida y las costumbres tierrestres no le fascinaban, lo que más la separaba era que la mayoría de los habitantes de la Tierra pensaba que su límite superaba su capacidad, que sus sueños se concluían con la aprobación del resto, que nadie funcionaba por lo que en verdad creía y que los que lo hacían fracasaban.
1 comentario:
Me encanta.
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